16 marzo 2011

Los días en que las puertas se dejan abiertas

Comunicado extraído del “Boletín criminal”, Lunes 19 de agosto del 2009:

Por decisión de los ladrones y el resto de los ciudadanos de esta ciudad, conjuntamente, hemos sustentado por medio de votación popular la implementación del “Manifiesto Criminal” que será ampliado, con previa aprobación también por voto popular, a los fines de establecer un nuevo sistema de convivencia social que garantice el gobierno del pueblo y la correcta integración de los ladrones y los otros ciudadanos con el objeto de lograr la prosperidad y tranquilidad de todos. Tanto los ladrones como los ciudadanos son parte de esta realidad y ni unos ni otros desaparecerán con el tiempo. Considerando esto es de vital importancia procurar el equilibrio entre estos dos sectores antagónicos y conciliar posiciones. Esta regulación atañe a los conocidos como ladrones comunes que roban explícitamente, no incluyendo a las personas que roban con sus profesiones o trabajos a través de técnicas más complejas como el fraude, estafa y otros. Por medio de la presente edición del “Boletín criminal” damos a conocer la aprobación popular de la redacción del manifiesto así como también los primeros tres artículos de este que así disponen:
Art. 1: Quedan declarados como “días en que las puertas se dejan abiertas” los días Sábados, Domingos y festivos. Durante estos días los ladrones no podrán ejercer sus “labores de robo” bajo ninguna circunstancia. Queda, por otro lado, terminantemente prohibido que un ciudadano oponga resistencia a cualquier tipo de robo los días restantes de la semana.
Art. 2: La “labor de robo” es un derecho que pertenece a cada ladrón en los días convenidos. Los robos deberán realizarse sin métodos violentos y por medio del pedido explícito de las pertenencias al ciudadano que ha de ser robado. Cualquier método violento empleado por el ladrón será juzgado como incumplimiento de las reglas que este pacto impone y tendrá su pena también impuesta por voto popular. Lo mismo ocurrirá en caso de que el ciudadano objeto del robo oponga resistencia a las labores de cualquier ladrón.
Art. 3: La “obligación de guardia” de los ladrones es una obligación irrevocable para el que ejerza el robo como actividad. Esto significa que los ladrones serán los encargados de garantir la seguridad de los ciudadanos en los “días en que las puertas se dejan abiertas”. Esta “obligación de guardia” será ejecutada por el ladrón, mediante el merodeo de plazas y calles de las zonas cercanas a su domicilio y al asecho de cualquier irregularidad.

Lunes 23 de septiembre del 2009

La situación estaba por estallar en cualquier momento. Tantos problemas de violencia e inseguridad en las calles trajeron finalmente una alternativa. Es que la ola de asaltos en todos los sectores de la ciudad se había vuelto irrefrenable, generando el terror de todos los habitantes que ya no pensaban su futuro en años, sino en días e incluso hasta en horas, con la sensación de que una mala jugada del destino lo podía dejar a uno muerto por asalto en cualquier momento, en cualquier esquina. Así es, los robos violentos y a mano armada surcaban la ciudad como un maremoto que entra en los lugares más recónditos, deslizándose por las calles, por debajo de las puertas, derribando todo a su paso. Los crímenes ya no eran una mala pasada del destino sino una costumbre.
Antes cuando uno andaba por la calle y conocía a alguien lo normal era decir “soy Alberto, ingeniero, mucho gusto”, “soy Rubén, artista plástico”, “soy Pedro, carnicero”. Hoy en día y gracias al “Manifiesto criminal” basta con decir “no robo”, “robo” y el asunto se acabó. Si bien no es la alternativa que soñábamos, al menos sirve como bálsamo momentáneo al caos. Por medio de un comunicado, hace cinco semanas, el partido ladrón del país abrió las puertas a la prosperidad. En ellos confiamos sinceramente y esperamos que las cosas sigan así

Martes 24 de septiembre del 2009

Hoy fui robado dos veces. La primera apenas salía de mi trabajo a eso de las dos de la tarde y la segunda, en la esquina de mi casa luego de ir a tomar unas cervezas con Román y Gerardo, cuando oscurecía.
Salí de mi trabajo un poco cansado porque tuve que hacer algunas cosas que había dejado pendientes del día anterior y, y como no quería que me pasara lo mismo mañana, liquidé lo de hoy. Se me acercó un ladrón identificándose como tal, cosa redundante ya que vestía el “uniforme criminal”.
-Buenas tardes, soy Carlos, robo. ¿Trae usted algún aparatito de esos que sirven para escuchar música mientras camina?
-Creo que sí - Revisé por un momento mi mochila hasta que di con el mp3 en el bolsillo pequeño de adelante - Si, tengo esto, ¿le sirve?
El sujeto me pidió que le prestara el aparato para revisarlo. Tanteó con parsimonia las teclas, para reconocer las funciones del mini-equipo. Estuvimos ahí parados por algo de dos minutos hasta que preguntó:
-¿Tiene como grabar voces?
Nunca indago mucho en mis cosas de electrónica y se lo dije, no sabía pero podíamos buscar en el menú. Me devolvió el aparato y comencé a revisarlo mientras el sujeto decía:
-Fíjese usted si encuentra en el menú algún comando que sirva para grabar cosas, como en las grabadoras de entrevista. Sepa que yo además de ser ladrón soy también escritor, de esos que escriben por afición. Pero mi intención es que la afición se transforme algún día en profesión, para no tener la necesidad de robar. Lo que sucede es que con esto de andar robando por ahí acabo perdiendo todo el día y no hago tiempo para sentarme seriamente a escribir.
-Naturalmente - Contesté
-Claro, pero sin embargo creo que usted podría solucionar en parte mi problema.
No entendí muy bien a que se refería y pareció notarlo porque continuó diciendo:
-Entienda que muchas ideas para cuentos o novelas surgen cuando uno camina por la calle y ve situaciones, paisajes o comportamiento de algunas personas que generan en uno reflexiones. No siempre es así, también uno puede generar pensamientos en el sillón de su casa, pero en estos casos probablemente uno acuda a hechos que sucedieron unas horas antes, o unos días antes en la vida social.
-Correcto - Aseveré.
-Por eso mismo mi idea es la siguiente. Muchas veces me pasa que voy por la calle y se me viene un pensamiento a la cabeza, pero cuando llego a casa no recuerdo cual era ese pensamiento, entonces quizá si pudiera grabar la reflexión, una vez llegado a casa podría invocarla sin partirme los sesos haciendo memoria. ¿Usted cree que esto ayudaría a mi proyecto?
-Calculo que si, la verdad es que no entiendo mucho del tema.
Seguí procurando lo que el hombre quería hasta que dí con la función de grabación. Hicimos algunas pruebas hasta que comprobamos que el aparato servía para lo que él quería.
-Muchas gracias- dijo cuando se lo entregué - la verdad es que no estoy muy seguro de esto me ayude, pero gracias a usted voy a poder intentarlo. De todas maneras, si por algún motivo encuentro inútil el procedimiento de grabar mis pensamientos, le devolveré el aparato cuanto antes.
-Como usted quiera.
Pidió la dirección de mi casa por las dudas y se fue agradecido y sonriente con su nueva adquisición, con la promesa de regresarme el aparato si resultase inútil a su propósito.
Luego del robo pasé a buscar a Alejandra y nos metimos en el teatro del centro. La obra no fue muy buena que digamos, pero cuando salgo con Alejandra corro con ventaja, porque el solo hecho de estar con ella me entretiene lo suficiente y ya no me importa nada. La que entiende de teatro es ella. Dijo que la obra le pareció patética, y no en el sentido poético de la palabra. Anduvimos por la calle satirizando sobre los pésimos actores y nos tomamos un café frente a la plaza de la concepción.
A eso de las cinco nos separamos y me fui a reunir con Gerardo y Román en el bar “San Pedro”. Había un par de ladrones en la puerta pero no nos frenaron. Los ladrones tienen prohibida la entrada a los bares y por eso es que se quedan afuera esperando la ocasión. El bar estaba repleto y tuvimos que esperar un buen rato hasta que se desocupó una mesa. El bar “San Pedro” es muy cálido, con mesas pequeñas de madera, redondas y altas, y cuadros de cantantes y figuras del escenario en las paredes negras. Normalmente hay música en vivo y hoy no fue la excepción. Pero lo mejor sin duda es la cerveza. Venden cervezas artesanales de varios tipos y países. Nos pedimos una ronda de “negritas”. La cerveza negra es la que más nos gusta y nos metemos una buena cantidad cada vez que vamos al “San Pedro”. Estuvimos conversando de los robos y de mujeres, de los robos un poco y de mujeres bastante. El bar estaba plagado de mujeres bonitas y localizamos a tres solas en una mesa cercana a la nuestra. Román, ídolo natural de las féminas, decidió avanzar. Fue hasta la mesa-objetivo, entretuvo un rato a las mujeres y luego nos llamó con un movimiento de su mano. Román nunca falla, si fuese vendedor de seguros, su empresa fundiría en una semana a la competencia. Ahí conocimos a Lucía, Andrea y Marcela. Me gustaba Lucía. Tenía un intenso pelo negro, rostro redondo, una nariz pequeña bien moldeada y ojos verdes. Marcela, una rubia modelo y Andrea era la hermana de Lucía, pero era como la más tranquila del trío, no aportaba mucho a la conversación.
Por suerte para mi, ninguno de mis amigos se interesó por Lucía, quedé con el camino libre para conocerla. Para dejar claro mi interés, hice algo que me pareció divertido, simplemente me puse de pie, tomé a Román del brazo, y lo reacomodé en mi antiguo lugar. Terminada esta operación me ubiqué al lado de Lucía, en el lugar que había dejado Román, al tiempo que ella, ruborizada y sorprendida, me observaba con curiosidad. Hacer tonterías en honor a la seducción nunca es una tontería, y pocas veces da errado. Hablamos de películas y filosofía, pero me costaba mantener la concentración. No paraba de imaginarme a Lucía, desnuda, parada frente a la ventana de mi cuarto mientras la miraba desde la cama. No se si Lucía también se lo imaginó, pero cuando se lo comenté dijo que le parecía coherente, aunque sospechaba de que hubiera ventana alguna en mi cuarto. Le propuse que fuéramos hasta mi casa para mostrarle la ventana y aceptó. Nuestra estadía en el bar duró lo que dura caliente un café y mientras nos poníamos de pie Román dijo, entre risas para todos los presentes, que él se tomaba las mujeres en serio, no era cuestión de hacer las cosas a las apuradas y que un hombre romántico como él sabría esperar. Nos despedimos deseándole suerte en su melodrama y salimos del bar.
Llegando a mi casa, cuando doblábamos la esquina, aparecieron dos ladrones y nos detuvieron. Tenían barbas de por lo menos tres semanas y vestían bastante mal. Nos preguntaron si teníamos algo para comer. A lo que contestamos obviamente que no. Luego uno de los sujetos dijo:
-Conozco un lugar a dos cuadras en el que venden empanadas, podrían acompañarnos.
-Si, como no – Contesté.
Como el “Manifiesto Criminar” prohíbe robar dinero pensé que lo de comprar comida era una muy buena idea. Nos contaron que vivían en la vieja estación de tren y que la pasaban bastante mal, pero de todas maneras se las ingeniaban para no morir. Llegamos hasta la rotisería y luego de comprarles una docena de empanadas y una cerveza nos despedimos. Llegamos con Lucía finalmente a mi departamento. El departamento es pequeño, pero barato y eso me gusta. Entrando a la izquierda hay una pequeña cocina, al frente una sala de estar con dos sillones, una mesa ratona y estantes con libros. A la izquierda de la sala está mi cuarto, que no está más que separado virtualmente de la sala. Puse algo de música, nos tomamos un par de vasos de vino y nos quedamos conversando. Nos besamos en el sillón y luego nos trasladamos a la cama. Hicimos el amor y después Lucía comenzó a jugar con la idea de la ventana. Le dije que no era necesario que lo hiciese, pero me contestó, al tiempo que se dirigía hacia la ventan, que había venido a casa por la ventana y que lo demás era secundario. Una vez alcanzado el objetivo se dispuso a observar hacia fuera simulando solemnidad.
-¿Así está bien?- Preguntó. No pude más que contestar:
-A vos cualquier ventana te queda bien.
Nos miramos divertidos y volvimos a hacer el amor. Se fue alegando que no era de mujer decente amanecer en casa de un desconocido el día después de la primera cita. La felicité por su buen criterio y aseguré que su honor quedaría intacto. Nos dimos un beso de esos que valen la pena y se fue.

Comunicado extraído del “Boletín criminal”, Lunes 30 de septiembre del 2009:

Art.4: Queda terminantemente prohibido el robo en locales de entretenimiento y entidades educativas. Entiéndase como locales de entretenimiento bares, restaurantes, salas de billar, discotecas, casinos, club de deportes, academias de actividades deportivas y todo lo que se le parezca.
Art.5: Los ladrones roban por necesidad y no por gusto. Por lo tanto ningún robará algo que no necesite. En caso de hacerlo será sometido, mediante denuncia, al tribunal del pueblo.
Art.6: Queda terminantemente prohibido el robo de dinero, cualquiera sea su procedencia.
Art.7: El tribunal del pueblo quedará compuesto por los habitantes que tengan sus domicilios en el radio de cinco cuadras del ladrón acusado.

Sábado 4 de septiembre del 2009

Desperté al recibir una llamada de Alejandra. Eran las seis de la mañana y realmente fue una cosa inoportuna de su parte. Si bien estaba medio sonámbulo cuando levanté el tubo, el tono agitado de Alejandra consiguió despertarme del todo.
-Hoy no he podido dormir, estuve toda la noche pensando.
-¿Que pasó?- Atiné a preguntar
-Juan, ¿yo te gusto?
Me causó curiosidad su pregunta y simplemente respondí con otra:
-¿Porque me preguntas eso?- Con la voz todavía agitada dijo:
-Vos contestame, ¿te gusto o no?
-Mirá Alejandra, somos amigo, me gustas porque sino no seríamos amigos.
-Pero yo te hablo como mujer, ¿vos me encontrás bonita?
-Yo creo que si, sos bonita.
-No mientas.
-No miento, sos bonita físicamente y la verdad que también bastante atractiva, sobre todo cuando te pones así.
-¿Entonces porque si nos conocemos hace más de tres años nunca intentaste seducirme?
-No se Alejandra, no se me ocurrió.
-No, decime la verdad - Encontré una salida posible al torpe cuestionamiento:
-No se Alejandra, recordá que yo te conocí cuando éramos compañeros en la universidad.
-¿Y que tiene que ver?
-Tiene mucho que ver, por ahí si te conocía en un bar hubiese intentado seducirte.
-¿En serio?
-No se, calculo que si.
-Ah bueno, gracias Juan, disculpame si te desperté. Me voy a dormir porque estoy muerta, te mando un beso.
Tengo un sueño muy liviano y una vez que despierto estoy frito, así que simplemente me puse a pensar en cosas para hacer. Ya que estaba despierto tan temprano preparé un desayuno para reyes, con tostadas, manteca, queso, galletas, leche y café. Después agarré un libro de Mario Levrero y leí hasta que me vinieron ganas de Lucía. Quedamos en encontrarnos en un café a tres cuadras de casa. Hoy no roban y eso esta bien.

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